sábado, 14 de noviembre de 2015

“Paris vaut bien une messe”

"París bien vale una misa"
Es una frase que me ha venido de repente a la cabeza. 
La pronunció Enrique IV en 1598, después de 58 años de guerras de religión entre Católicos y Protestantes que culminaron con el Edicto de Nantes con el que se permitía la libertad a los Hugonotes y la coexistencia de ambas religiones en Francia.
Enrique IV era Protestante y tuvo que convertirse al Catolicismo para poder acceder al reinado siendo el primer rey de la Casa de Borbón y uno de los mejores monarcas que ha tenido Francia.

Más información| CONSTANT, J.M., Les Français pendant les guerres de Religion, 2002

Es otro tiempo, en otro contexto... misma cosa... Guerra de Religión, esta vez provocada por los seguidores de Alá

Me niego a considerar religión a esta barbarie.

No puedo concebir conscientemente que haya quien en aras de su pretendida libertad de creencias arrase voluntariamente la vida de tantas personas y además se inmole evitando así su juicio.

Quiero pensar que la religión sea cual sea su procedencia, su cultura, su emplazamiento, sus raíces, sea algo intangible que nos ayude en los malos momentos y nos alivie las penas de la vida.

Quiero pensar que algo superior a nosotros vela por nuestro bien aún cuando sea algo que sólo habite en nuestro corazón y en nuestro pensamiento.

Quiero pensar que la religión sea bondad y amor a nuestros semejantes.

Quiero pensar que da lo mismo cual sean los fundamentos mientras sean leales a la gente.

Pero ME NIEGO y lo digo con mayúsculas que viene a ser como si lo estuviera GRITANDO a aceptar que una religión (con minúsculas) fomente tal cantidad de odio y fobia hacia cualquiera que no acate sus mandatos.

ME NIEGO a mirar con buenos ojos a todas esas personas que amparados en sus creencias intentan por la fuerza que acates su manera de ver y vivir.

ME NIEGO a que la gente circule libremente por las fronteras de allá donde sea que no sea su tierra.

Y ME NIEGO porque son mayoría los que se segregan, los que nunca se adaptan a los países de acogida o a las costumbres de esos países.

Y ME VUELVO A NEGAR aún a riesgo de parecer xenófoba, a que toda esta gente que siembra tanto odio, y que a toda costa quiere que se hagan las cosas como ellos quieren y que pretenden imponer su voluntad allá donde fueren y que no ven con buenos ojos cualquiera costumbre que no sea la suya, vengan a nuestra casa y provoquen tanto DOLOR.

Si esa es su forma de vivir, pues bien, que la vivan en su país de origen y si el problema es que no tienen medios de subsistencia, pues que los busquen, que piensen, que se formen en escuelas, que aprendan, pero en su país, donde sus costumbres bárbaras son la norma del día y son acatadas con fanatismo religioso.

No quiero profundizar más porque seguro que no sería imparcial y tampoco quiero ponerme a su altura. 

Sí al cierre de fronteras, sí a que se acabe la libre circulación que tantos problemas nos está dando. Total ¡qué se pierde! que tengamos que volver a entregar nuestra documentación cada vez que queramos movernos a otro sitio, pues sí. 

Pero quizás si uno se para a pensar en las consecuencias que ha tenido para el mundo civilizado esa libre circulación, demos por bueno perder algo de tiempo enseñando nuestra filiación en lugar de entrar con miedo en un tren, estar 2 o 3 horas antes en un aeropuerto mientras te desnudan y te cachean, andar por la calle (según el barrio) sin saber a donde mirar y deseando salir de allí o darse uno cuenta cómo la identidad de tantos sitios se ha perdido al desaparecer esas tiendas de barrio de los vecinos de toda la vida sustituidos por ..... ya sabéis.

QUIERO VIVIR SIN TEMOR.