domingo, 30 de agosto de 2015

El mejor Regalo

Estas han sido unas vacaciones peculiares, distintas de tantas otras vividas y con ésta van 52.

Empezamos con unos días compartidos con mi hija y mi yerno, y por lo escasos fueron intensos, del Delta del Ebro al Pirineo pasando por una jornada de pesca para caer rendidos los dos últimos días cada cual en su casa. Sin embargo nada hay más enriquecedor que esos momentos compartidos que relees sin cesar según pasan los días, o acaso cuando nos juntamos rememorando lo que vimos, hicimos, pasamos, y eso es vida, la nuestra de padres disfrutando de los hijos y los hijos dejando un hueco en sus vidas para compartir con nosotros.

Sea como sea, todos ganamos.

Unos días más ya solos los tres (mi marido, mi hijo y yo) seguimos disfrutando de momentos de pesca, de playa, de paseos y antes de darnos cuenta se agotaron los días comunes de vacaciones.

Pero aún quedaba la última etapa y ha sido el colofón de unas vacaciones inolvidables.

Allá por Julio pensé en hacer un viaje a Valladolid, tierra de mis ancestros y aprovechar que mis padres íban al pueblo para ir nosotros también (mi hijo y yo), cada uno con su coche porque ellos se quedan hasta Octubre y nosotros sólo teníamos unos días y además nunca había hecho yo un trayecto tan largo conduciendo.

Con algún que otro percance afortunadamente sin importancia se desarrolló el viaje con lo que me demostré a mi misma que sí soy capaz, de esto y muchas otras cosas.

Este viaje ha sido un reto para todos y todos salimos victoriosos y reforzados del mismo, y ahora me explico.

Son contadas las ocasiones en que he ido sola a algún sitio desde el día en que me casé e incluso hasta hace poco era para mí impensable tal circunstancia, los impedimentos me los ponía yo sola que conste. El tiempo te hace ver las cosas de otras formas distintas y lo que ayer era una quimera puede trocarse hoy en realidad.
Ha sido también un viaje introspectivo y algo interior durante el que mi hijo ha adquirido alas y ha comenzado a despegar hacia su vida independiente, que me ha servido para echar mucho de menos a mi marido y compañero de viaje y también me ha servido para disfrutar de momentos de soledad en el sentido de ocuparme de mí misma y de mis necesidades o de mis apetencias.

Mis apetencias.... hace ya mucho tiempo que quería ver a alguna de mis compañeras del curso de Bakery pero al estar tan distantes era algo difícil de coordinar. Esta semana me dió la oportunidad de ver a dos de ellas, mis queridas Anna y Ana de Segovia. 

Encontrarnos, recordar los momentos vividos, ponernos un poquito al día de la vida de cada una, de lo que hacemos o esperamos hacer, en fin, un día memorable y entrañable, de esos para recordar mucho tiempo.
Parece mentira, fueron sólo 15 días de convivencia y nos han marcado para siempre. Los abrazos que nos dimos dejan patente constancia de ello.

Ahhhh y la promesa de encontrar algún día para acercarnos a algún punto intermedio las que podamos y pasar aunque solo fuera 1 día juntas. 

Puestos a recordar la palma se la ha llevado la fiesta de Pedrajas de San Esteban (el pueblo de mi padre), hacía 38 años que no íba a las fiestas y recorrer las calles con las talanqueras puestas, los banderines, la gente engalanada con sus trajes blancos y la banda roja a la cintura y el pañuelo al cuello, me han hecho no retroceder que es imposible, pero si recordar mis años de juventud a través de los ojos de mi hijo que ha disfrutado como solo se puede hacer a su edad.

Y ahora toca ponerse sentimental, un poquito. Tengo la gran fortuna de tener vivos a mis padres y la gran suerte de haber estado en contacto muy muy directo toda la vida, porque al trabajar con mi padre juntos en la misma empresa ha sido un codo a codo siempre y una estupenda relación. Y mi madre... mi madre ha criado a mis hijos mientras yo trabajaba porque su tiempo se dividía entre el colegio y su casa y yo los recogia cuando terminaba, pero además iba a comer todos los días hasta que tuvimos que cerrar el taller, es decir que en realidad me marché de casa a los 49 años... ya está bien, no?

Eso también quiere decir que mi relación con ellos no ha sido en estos años tan frecuente como era o como desearíamos que hubiese sido y desgraciadamente el tiempo no perdona y se agota, así que esta semana que hemos pasado juntos ha sido intensa y especial.

Además no hemos parado de hablar de mil y una cosas, trascendentales o livianas pero hablar como habíamos hecho siempre durante las comidas diarias. 

Uno no es consciente del paso del tiempo cuando tienes días de asueto por delante y parece que no tienen fin, pero lo tienen y la despedida fue más emotiva de lo esperado.

El viaje de vuelta sin problemas y la llegada a casa... me parecía imposible haber sido capaz de hacer tal hazaña y la recompensa al final del camino, mi queridísimo marido, mi compañero me esperaba en casa con los brazos abiertos y con la mirada nos lo dijimos todo. Abrazos, mimos y besos.

Por eso y por mil detalles más estas vacaciones han sido EL MEJOR REGALO.




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