miércoles, 1 de enero de 2014

Experiencias Sensoriales (I)

Con este título tan ambiguo inauguro el año con la esperanza (como todos) de que no sea peor que el pasado y que por poquito que se esfuerzen las fuerzas intangibles nos dejará respirar mejor y sacar pecho plantando cara al tiempo.
 
¡Hala, ahí queda el pensamiento profundo del día! Además no quiero hacer balance del año que pasó, que eso ya lo hace todo el mundo y sólo quiero mirar hacia adelante.
 
Sin embargo sí quiero dejar constancia de dos experiencias sensoriales recientes, sobre todo antes de que pasen a formar parte de los recuerdos olvidados y de esta forma (dejándolo por escrito) poder rescatarlos de la memoria en cualquier momento.
 
La primera experiencia ya forma parte del año pasado. El día 27 de Diciembre fue nuestro 26º aniversario de bodas y mi marido me obsequió con una cena en el Restaurante Moments donde trabaja nuestra hija Nerea. La experiencia fue múltiple porque a tenor de la categoría del Restaurante me parecía imposible poder ir en alguna ocasión, pero se han dado las circunstancias y pudimos disfrutarlo. Ver a Nerea trabajando (porque desde la Sala se ve una parte de la cocina a través de un enorme ventanal), interactuando con sus compañeros, es gratificante y personalmente me hace sentirme orgullosa de cómo va consiguiendo sus objetivos a fuerza de constancia y tesón.
 
Conocer a sus compañeros y el ambiente en el que se mueve a diario hace que de alguna manera formen parte también de nuestras vidas y sitúa las cosas en su justo contexto cuando hablas de ellas, es decir que sucede como con los libros y las películas, cuando ves el film y relees el libro empiezas a poner cara a cada personaje y cada pasaje en su ambientación.
 
Otro apartado de la experiencia reside en que te traten tan exquisitamente como si fueras de verdad un cliente importante, y eso te sube el ego como la espuma.
 
Que te expliquen cada uno de los platos que vas a degustar (y digo degustar, no comer porque sería un atentado al trabajo de tantos profesionales) con detalle, los vinos que acompañan y redondean la otra experiencia que es el gusto complementando a la perfección cada uno de los bocados.
 
Son en general unas tres horas durante las cuales vas tomando conciencia de los sabores, las texturas, los aromas, la calidad del producto y el mimo en el trato del mismo de forma que representen la calidad suprema de cada bocado.
 
Se me acaban las palabras cuando debo describir unas cigalas templadas, sabrosas, untuosas en boca, con el justo sabor a mar y un aroma de dioses o  cuando percibes (aromas, textura, sabor) una anguila ahumada, las gambas tratadas con delicadeza y extrayéndole el máximo sabor.... para llegar a platos sorprendentes.
 
Un plato que engaña a la vista "Rape enmascarado" porque cuando te lo presentan crees que se han equivocado, tu vista te dice que en el plato hay una trufa de tierra (tuber melanosporum) un gajo de tomate y otras cositas. Nada más lejos de la verdad, la "trufa" es un medallón de rape con un costoso traje de cenizas de calçot, ya que en el se conjugan la suavidad de la carne del rape, el aroma de ahumado, el sabor de las cenizas en el que se adivinan los calçots, me encantó, pero aquí no acaba el plato. Había un acompañamiento de gajos de tomate cereza que no eran tales, no, eran gajos pero de cebolla con esferificaciones de frutos rojos como caviar lo cual induce a tus papilas gustativas a ejercer más presión sobre el cerebro a ver porque la vista te envía un mensaje y el paladar otro totalmente distinto.
 
Cuando después de infinidad de platos llega la degustación a su fin, entonces nos presentaron un
plato de carne, solomillo de ciervo, dioooooooos mío, sin esforzarme apenas puedo rememorar la suavidad de esa carne, el sabor increíble, tierna, poco hecha (como me gusta) y con una salsa de terciopelo que según nos explicaron tardan unas 7 - 8 horas en hacer y que concentra todos los jugos, sabores, etc... y entre otras cosas una teja de manzana con sal y pimienta, tan crujiente, tan distinto el sabor pero tan deliciosa. Parece mentira cómo de agradable puede ser en algo tan delgado conjugar los sabores dulce, ácido, salado y picante.
 
Y llegaron los postres, ¡ ah ........ los postres! Estos merecerían un capítulo aparte, pero para que no parezca este post la Historia Interminable, quiero destacar un pastelito de mousse de pera absolutamente angelical, suave al paladar, intenso en el sabor, delicioso en definitiva.
 
Y no puedo olvidar tampoco el postre de chocolate con sus distintas texturas, temperaturas, es que verdaderamente me quedo sin palabras.
 
Se entiende ahora porque he bautizado esta entrada como Experiencia Sensorial.

No hay comentarios:

Publicar un comentario