Cuando nieva, el lento descender de los copos parece ir acompañado de una calma majestuosa en parte, supongo, que es porque no se mueve un ápice de aire y la nieve cae como una hoja de papel meciendose hasta llegar al suelo.
Debe haber estado nevando toda la noche vista la cantidad acumulada esta mañana y como no es habitual verla aquí, o al menos no la vemos cada año pues el año que toca es una maravilla.
Es como volver a ser niño porque te hace sentir así, como cuando vas con tus hijos a la cabalgata de reyes y te afanas en coger caramelos aunque luego ni tu los comes ni dejas que tus hijos los coman por miedo a las caries y a la factura del dentista.
Hay situaciones o cosas que en determinados momentos de retrotraen a la infancia, y la nieve es una de esas cosas.
No hago sino mirar por la ventana de esta mañana de sábado para comprobar a cada instante que esa nieve blanca y sin mácula (tan distinta de las situaciones y noticias del día a día donde ya nada es blanco ni puro) continúa deleitando mis ojos y mis sentidos.
Espere que se cumpla el dicho "año de nieves, año de vienes".
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